Manual del usuario de la Armada Española

Juan RODRÍGUEZ GARAT, Manual del usuario de la Armada Española (Reflexiones sobre el monopatín de Ignacio Echeverría), Gijón: Fundación Alvargonzález, 2019, 201 p., ISBN 978-84-09-11852-2

Los lectores de mi generación seguramente recordarán aquel anuncio de la televisión en blanco y negro que repetía como lema: “Muchacho, la Marina te llama”. Cabe mencionar, para no herir susceptibilidades, que por aquel entonces era impensable que las mujeres entráramos en las Fuerzas Armadas.

Y lo he recordado precisamente al hilo de la lectura de Manual de usuario de la Armada Española (reflexiones sobre el monopatín de Ignacio Echeverría). Y este recuerdo está teñido de cierta nostalgia porque la mayoría de los que entonces estudiábamos EGB, o nos acercábamos a la llegada a la Universidad, teníamos un alto concepto del Ejército. Era muy frecuente encontrarse como compañeros de clase a hijos de militares, y cada uno presumíamos del nuestro (en mi caso, ambos abuelos y mi padre formaban parte de las Fuerzas Armadas, y además cada uno en un cuerpo: Tierra, Mar y Aire).

Mi percepción es que esa admiración y cultura de defensa que teníamos, y que no era necesario que se nos fomentara, hace unos años que se ha perdido en nuestra juventud. ¿Porque somos más pacifistas? No lo creo, ya que en realidad, todos queremos la paz antes que la guerra. Y sin embargo, no siempre acertamos en el juicio acerca de los medios para asegurar nuestra seguridad.

He visto con frecuencia que los mismos que critican al ejército porque un avión militar se estrelle, o se produzca un accidente de carros de combate o buques, sean los mismo que ponen el grito en el cielo cuando se habla de destinar más fondos a Defensa en los Presupuestos Generales del Estado.

Hay una cierta “epidemia” en la manera de ver a nuestros soldados como meros “agresores” que solo deberían trabajar como ONG, repartiendo víveres y objetos de primera necesidad en lugares donde la miseria es el estado habitual de la población.

Y como vacuna a esa enfermedad, recomiendo vivamente el libro del Almirante Rodríguez Garat. En sus páginas, detrás de este título ciertamente intrigante, desarrolla como hombre que ha dedicado la mayor parte de su vida a ello, la realidad de las Fuerzas Armadas, su necesidad y sus actividades en el siglo XXI.

Quiero empezar señalando –aunque no sea lo más importante- que el libro es enormemente ameno. Está salpicado de metáforas cercanas al lector, de citas literarias tanto de los clásicos como de autores actuales, de menciones a películas que la mayoría habrá visto… Este es uno de los motivos por los que su lectura “atrapa”, porque está escrito por un hombre de hoy para lectores de hoy. Cabe hacer breve referencia al título, que no es lo que parece. El “Manual” no busca dar explicaciones técnicas a las actividades y funcionamiento de la Amada. Es un medio para ir conduciendo, a través de su experiencia en la mar y en operaciones de la Armada, al lector en un proceso de conocimiento y acercamiento a esas realidades.

¿Por qué la referencia al monopatín y a ese muchacho que dio su vida tratando de salvar a una desconocida de un ataque terrorista? Esa es la primera incógnita que se despeja. Ignacio Echeverría fue un héroe, quería la paz, defender la seguridad de personas que estaban a su alrededor… pero el monopatín no era la herramienta adecuada para tal empeño.

Y si tenemos claro esto, que los héroes existen, pero no siempre tienen a su alcance la herramienta adecuada, debemos pensar que hay otros muchos héroes que buscan proteger nuestra seguridad, quizá no en nuestras calles, sino lejos de ellas para evitar que terroristas como los que acabaron con la vida de Ignacio lleguen a estar en la puerta de nuestra casa. No recuerdo que el libro utilice la palabra “héroes” para referirse a nuestros soldados, y especialmente a los miembros de la Armada, en los que se centra. Pero tras su lectura, uno llega a ver así a esos hombres y mujeres que pasan largos meses lejos de nuestra patria precisamente para que nosotros podamos dormir tranquilamente sabiendo que alguien vigila –y a veces combate- por nuestra seguridad.

La metáfora que más me ha interesado y que se emplea en el libro es la de la existencia de gigantes, que pueden ser ciegos, sordos, mudos o agresivos. Todos ellos igual de peligrosos  para la seguridad, y la del “enano pragmático”, igualmente impostor en su visión del ejército y la seguridad internacional. En cada una de las figuras que utiliza el autor, puede verse reflejada una parte –la más cínica- de la sociedad. El gigante ciego se identifica con aquellos que no quieren ver cómo el mal y la agresividad existen en el mundo (quizá porque no siempre los sintamos cercanos). El gigante sordo es el que piensa que construyendo un muro (material o no) dejará de escuchar las amenazas que proceden de fuera o de dentro; aquel que piensa “vive y deja vivir”, y ante los atentados yihadistas en nuestras capitales se pregunta qué les hemos hecho para que tengan esa reacción violenta. El gigante mudo es el que prefiere callar, no denunciar actuaciones para –supuestamente- no provocar conflictos. Pero lejos de hacer una defensa a ultranza de la fuerza, Rodríguez Garat enfatiza la peligrosidad del último de sus gigantes, el “gigante agresivo”, aquel que piensa que todo se resuelve con el uso de la fuerza.

A estos “gigantes” opone el autor la figura del “enano pragmático”. Animo a que se lea con calma ese capítulo, porque posiblemente de los cinco elementos metafóricos sea el que con mayor facilidad nos identificamos. Baste la referencia a Dante que aparece citada: el lugar más caliente del infierno “se reserva para aquellos que en tiempos de crisis moral mantienen su neutralidad”.

No quiero seguir desvelando los argumentos que el autor va desgranando, literariamente mucho mejor que yo. Baste decir que no es una soflama o texto panfletario, ni siquiera una réplica de aquel “Muchacho, la Marina te llama”. No. Es una profunda reflexión acerca del papel que en pleno siglo XXI juegan (y deben jugar, si nuestra sociedad la apoya con decisión) nuestras Fuerzas Armadas, haciendo especial hincapié en la Armada Española.

Termino con una recomendación: en los capítulos finales del libro, el contenido se hace menos teórico, más personal, el autor abre un resquicio que rompe el pudor a hablar de sí mismo, y nos introduce en el corazón de operaciones en las que ha partidicpado, como las que luchan contra la piratería somalí, o el despliegue intimidatorio que fue necesario poner en marcha para frenar las veleidades expansionistas de Rusia, haciendo navegar buques de combate de la OTAN en el Mar Negro.

Recordar a Ignacio Echeverría hace más y más grande su altura moral. Pero a la vez, todos queremos que los héroes, aquellos que velan porque podamos dormir, viajar, o entrar en un supermercado seguros, puedan enfrentar nuestras amenazas con los recursos proporcionales a las mismas, que derroten al enemigo antes de que llegue a nuestras calles.

Termino con dos citas de un clásico de estrategia bélica, Sun Tzu, que a mi juicio resume el espíritu del libro cuya lectura acabo de terminar:

“Los generales son servidores de la nación. Cuando su servicio es completo, el país es fuerte. Cuando su servicio es defectuoso, el país es débil.”

“Así pues, la norma general de las operaciones militares consiste en no contar con que el enemigo no acuda, sino confiar en tener los medios de enfrentarte a él; no contar con que el adversario no ataque, sino confiar en poseer lo que no puede ser atacado”

Es decir, tener presencia (intimidatoria o activa) en los lugares de origen de los conflictos, para que el “gigante agresivo” no llegue a nuestros hogares y podamos descansar con la certeza de que a miles de kilómetros héroes anónimos, pero de uniforme y con las herramientas adecuadas, velan porque nuestro sueño sea tranquilo.

 

María Saavedra Inaraja

Directora

Cátedra Internacional CEU Elcano. Primera Vuelta al Mundo